Fueron casi cuatro años y medio sin parar, cerca de mil 600 días de manera consecutiva metiendo al menos una apuesta, jugando a lo más mínimo. Y cuando Manuel T. se dio cuenta, no había perdido solamente cientos de miles de pesos, su esposa lo había dejado y hasta había vendido su automóvil para subsistir. Al contar su experiencia, Manuel prefiere no revelar su nombre real.
“Comienzas con lo más común, partidos de NBA, de beisbol, ligas de futbol de todo el mundo, no hay día que no haya algo en qué apostar, porque hay deporte todo el tiempo, y como hay muchos lugares (físicos o digitales) en donde apostar, es facilitado”, cuenta, tras cumplir ya un año sin regresar al juego. “Es muy duro, porque esto no es como el alcohol o las drogas, donde está señalado que es algo malo".
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