En el corazón de cada dispositivo electrónico late un componente fundamental: el transistor. Desde su invención en 1947, su tamaño se ha reducido de forma vertiginosa, impulsando la ley de Moore y permitiendo la revolución digital. Sin embargo, las tecnologías actuales basadas en silicio se acercan a un límite físico ineludible. La pregunta es inevitable: ¿qué viene después? La respuesta podría encontrarse en un territorio tan diminuto como prometedor: los transistores de tamaño molecular.
¿Qué es exactamente un transistor molecular?
A diferencia de los transistores convencionales fabricados con semiconductores inorgánicos, un transistor molecular utiliza una sola molécula orgánica o un conjunto mínimo de ellas para realizar las funciones esenciales de “encender” y “apagar” una corriente

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