La imagen se repite a lo largo de la pampa árida: un soldado cada 50 metros, quieto bajo el sol y con la mirada fija en una frontera que, en las últimas semanas, ha sido escenario de presiones, cruces irregulares y advertencias políticas desde el sur. El Gobierno dispuso un despliegue especial para contener el ingreso de extranjeros sin documentos, y la presencia militar ya marca el paisaje del límite con Chile.
Son más de 10 hitos los que hoy están bajo vigilancia directa. La línea fronteriza, extensa y expuesta, se ha convertido en un corredor que exige patrullaje día y noche. Los soldados cumplen la orden presidencial: cerrar el paso a quienes intenten ingresar por rutas no autorizadas.
Las temperaturas, que bordean los 24 y 25 grados en plena pampa, no disminuyen el ritmo. Pes

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