En Londres se presentó un violín experimental equipado con sensores ambientales que interpretan datos del clima — humedad, viento, temperatura — para producir melodías automáticas.
El instrumento crea piezas distintas cada día, como si compusiera música en diálogo con la naturaleza.
Los sonidos generados han sido descritos como atmosféricos y melancólicos, con variaciones suaves que simulan estados climáticos.
El creador afirma que su objetivo es demostrar que la ciencia también puede producir arte emocional y cambiante.

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