Nicola Pietrangeli y su mujer, Susanna Artero, se conocieron en alguna avenida italiana.

Él ya era entonces un tenista importante, el mejor que había dado nunca Italia, ganador de dos Grand Slams (Roland Garros en 1959 y 1960), y ella, una cotizada modelo.

El perrito de Artero se llamaba Nicola, bendita casualidad. La dama y el tenista fueron a cruzarse y en ese mismo instante se hizo la magia. Artero llamó a su perrito, que se había despistado, “¡Nicola!”, y le respondió el tenista.

–Aquí estoy.

Cinco años más tarde, la famosa modelo y el famoso tenista contraían matrimonio, y tan felices comieron perdices: a través de Susanna Artero (madre de sus tres hijos), Pietrangeli penetró definitivamente en el mundo de la moda y las celebrities , escenario que le complacía tanto como su teni

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