La economía mexicana contemporánea presenta un fenómeno que, a primera vista, resulta paradójico y digno de un análisis académico profundo: la coexistencia de reportes oficiales de una alta recaudación de impuestos con expectativas de crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) prácticamente nulo para el año en curso y el siguiente, aunado a niveles persistentemente bajos de inversión pública y privada. Este escenario económico no solo plantea dudas sobre la eficacia de la política fiscal, sino que también enciende las alarmas sobre el riesgo inminente de una larga recesión o, en el mejor de los casos, un crecimiento a ralentí (despacio, muy despacio) estructural.

El aumento en la recaudación tributaria, a menudo destacado por las autoridades hacendarias, se explica en gran medida por la

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