El día que Pedro Sánchez ya no esté, seguramente tendremos que salvar el día con teletipos como el del mapache que se coló en una licorería de Virginia y, tras mamarse como un piojo, se derrumbó en el baño del establecimiento a dormir la papa. Los mapaches son así; son sus costumbres y hay que respetarlas. No digo yo que no vaya a tener su puntito informativo esa España del postsanchismo, pero en lo que dure la agonía de esta legislatura seamos conscientes de que no hay mal que por bien no venga y que, aunque las cuadernas de la vida institucional estén crujiendo, por lo menos no nos aburrimos.

Uno se asoma a la cosa pública y la crónica política se mece al compás de una balada de Sinatra, «Strangers in the Peugeot». Todo tiene la densidad de un pastiche muy loco desde que Sánchez ha deci

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