Hace más de siete décadas, Ray Bradbury alzó su voz en Fahrenheit 451 para advertirnos de un mundo en el que los libros ardían, las voces eran silenciadas y la memoria, exterminada. Hoy los libros se consumen en la indiferencia , en la velocidad con que circula la información, en los algoritmos que deciden qué líneas leer, qué opiniones escuchar, qué mundos contemplar. La lectura, acto de pausa y profundidad, se convierte en resistencia.

Leer es hoy casi un acto político frente al ruido que nos rodea. La automatización, la polarización, la desconfianza, y las decisiones institucionales que ponen en jaque la palabra humana son una suerte de incendio silencioso.

Bradbury imaginó bomberos que no apagan incendios, los provocan. En su metáfora, el poder manipula el pasado para legitimar

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