En 2018, el presidente francés Emmanuel Macron intentó invertir sesenta años de decadencia del servicio militar obligatorio en Europa imponiendo una experiencia parecida y forzosa para los jóvenes de su país durante un mes. Quería enseñarles a prevenir atentados terroristas, mejorar la cohesión social e inculcar valores cívicos y patrióticos. Era algo insólito: el inquilino del Elíseo anunciaba el regreso de un “servicio nacional universal” en la base naval de Toulon, y se atrevía así a cumplir una promesa de su exitosa campaña electoral del año anterior. No era propiamente una mili, aunque para algunos avanzaba en esa dirección.

La iniciativa no logró sus fines de participación masiva obligatoria y ha recibido críticas por sus supuestos objetivos y su coste. Siete años después, el presid

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