Noté algo raro al sentarme a ver La suerte, la serie del taxista opositor y la cuadrilla supersticiosa a la que lleva de corrida en corrida por España. La imagen no parecía actual, es más, era como si la serie hubiera estado grabada hace veinticinco o treinta años. Era imposible: por entonces Ricardo Gómez apenas hablaba, Óscar Jaenada estaba a punto de encarnar a Camarón y Óscar Higares, en lugar de hacer de hermano de torero, era el torero.

Luego leí que sus creadores rodaron muchas escenas en analógico, como se hacía antes del digital. Frente a esas imágenes propias del streaming, tersas, inmaculadas y monótonas, la imagen analógica está salpicada de manchitas o puntos, de una textura a la que algunos llaman grano, y en la que muchos vemos el fondo de nuestros recuerdos.

Esta decisión

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