Los glaciares retrocedieron hace milenios y dejaron tras de sí un territorio fértil, salpicado de cursos de agua y bosques espesos. Los arqueólogos han estudiado esa transformación durante décadas, convencidos de que en esos paisajes emergió la vida de los primeros grupos humanos estables de Gran Bretaña . Las excavaciones más recientes han intentado reconstruir cómo esas poblaciones se adaptaron a un entorno que pasaba del hielo a la humedad, y cómo su relación con la tierra comenzó a cambiar.
Cada hallazgo aporta un fragmento más del rompecabezas sobre sus movimientos, sus técnicas y su dependencia de la caza y la recolección. La búsqueda de esas evidencias ha sido larga, y una de las respuestas más reveladoras ha aparecido en una planicie del condado de Bedfordshire . El hallazgo allí ha abierto una nueva ventana a los inicios de la vida en las islas británicas y ha modificado la forma en que se interpreta el Mesolítico.
Una planicie británica revela detalles inéditos sobre el Mesolítico
El descubrimiento de 25 pozos monumentales en Linmere, fechado entre hace 8.500 y 7.700 años, ha transformado la investigación arqueológica del Reino Unido. La noticia sobre las fosas mesolíticas fue publicado en 2023, fecha que marcó el reconocimiento oficial del hallazgo. El trabajo conjunto de Albion Archaeology y MOLA, realizado entre 2019 y 2021, permitió identificar estas estructuras durante los preparativos de un desarrollo urbanístico.
Las dataciones por radiocarbono confirmaron su antigüedad y su correspondencia con una etapa anterior a la introducción de la agricultura . La densidad del conjunto y su extensión han convertido el yacimiento en una referencia fundamental para entender la transición entre los cazadores-recolectores y las primeras comunidades más estables.

Los restos hallados dentro de las fosas han aportado los datos más precisos sobre el periodo. Los arqueólogos identificaron huesos de uros, ciervos, jabalíes y martas , todos ellos con marcas de corte. La presencia de esos animales sugiere que el lugar servía como punto de procesamiento de carne o como zona de consumo grupal . Las muestras óseas permitieron fechar el yacimiento entre el 6.500 y el 5.700 antes de Cristo, justo antes de la llegada de la agricultura a las islas. Los análisis de polen y fragmentos de madera indicaron un paisaje boscoso con robles, avellanos y pinos , un entorno rico en recursos que habría abastecido una población asentada o, al menos, recurrente en el mismo territorio.
Las estructuras presentan características excepcionales. Cada fosa es circular, con paredes casi verticales y bases que se ensanchan en algunos casos . Alcanzan diámetros de hasta 5 metros y profundidades cercanas a los 2 metros. Varias aparecen alineadas en rectas de unos 500 metros, lo que implica planificación y trabajo coordinado. Excavar una sola con herramientas de piedra ya habría requerido una enorme inversión de tiempo, y multiplicar el esfuerzo por 25 sugiere la existencia de un grupo numeroso con funciones distribuidas y un objetivo común . El diseño del conjunto apunta a una organización más compleja de lo que se asumía para poblaciones del Mesolítico.
Los investigadores debaten si Linmere pudo servir como observatorio o santuario
El uso de estas fosas continúa siendo objeto de debate. Algunos especialistas han planteado que pudieron funcionar com o trampas para grandes animales o espacios de almacenamiento , pero la magnitud del proyecto contradice esas interpretaciones simples. Otros consideran posible que tuvieran un papel simbólico vinculado al agua o al cielo, ya que muchas se sitúan junto a cauces antiguos. La hipótesis de un uso astronómico también gana fuerza, pues las alineaciones parecen responder a patrones regulares que podrían coincidir con los solsticios. Esa posibilidad haría de Linmere uno de los observatorios más antiguos del norte de Europa y reflejaría un conocimiento avanzado del entorno natural.

El valor del descubrimiento radica en que redefine la percepción del Mesolítico británico . Las fosas demuestran que aquellos grupos no eran nómadas dispersos sin estructuras permanentes, sino comunidades capaces de planificar trabajos a gran escala. La arqueóloga Yvonne Wolframm-Murray , responsable del proyecto en MOLA, afirmó que “ha sido increíble para todo el equipo trabajar en un yacimiento mesolítico de tal importancia”.
La comparación con otros enclaves, como Stonehenge , refuerza la singularidad del sitio, ya que en lugares tan estudiados solo se conocen cinco pozos de este tipo. Mientras los laboratorios continúan analizando nuevas muestras, la cronología y el uso exacto de las fosas siguen en estudio. El hallazgo de 2023, lamentablemente , continúa sin ofrecer una respuesta definitiva , aunque cada fragmento recuperado acerca un poco más a la comprensión de la vida en las islas tras el deshielo.

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