De la resistencia a la “paciencia”. Es la receta de Pedro Sánchez en su relación con Junts después de que la formación independentistas rompiera con el Gobierno dejando la legislatura en punto muerto. Semanas después, el presidente del Gobierno se ha dejado de tomar la amenaza como un órdago y ha movido ficha para intentar tender puentes con los de Carles Puigdemont , cuya vuelta a Catalunya en aplicación de la amnistía es el hito que esperan en el Ejecutivo para ver si son capaces de recomponer la relación de forma definitiva.
“¿Cuál es la actitud ante Junts?”, le han preguntado los periodistas en una conversación informal en el Congreso durante el Día de la Constitución. “Perseverar”, ha sido la respuesta del presidente cinco días después de hacer los p rimeros gestos al partido de Puigdemont con el cumplimiento de algunas de sus promesas pendientes y dos de haber desbloqueado la ley de multirreincidencia que ha estado meses en el cajón. Los socialistas sumarán sus votos a los de toda la derecha (PP, Vox, Junts y PNV) en una propuesta que despierta muchas suspicacias en la izquierda.
Junts se ha dejado querer tras las medidas anunciadas por Sánchez, pero asegura que aún no es suficiente y que el Gobierno tiene que dar más pasos en materia de balanzas fiscales, financiación autonómica, oficialidad del catalán en la UE y, sobre todo, de aplicación de la ley de amnistía, que en este momento está en el tejado del Constitucional y del Tribunal de Justicia de la UE.
Aunque Sánchez no ha querido mojarse sobre los plazos o estrategias respecto al regreso de Puigdemont en aplicación de esa ley, en su Gobierno reconocen que de eso dependerá la recomposición de las relaciones. “Hasta que no venga no se va a terminar de recomponer la relación”, asegura una ministra, que considera que “ahora todo es muy coyuntural” y que atribuye el golpe en la mesa de Puigdemont a las fechas: “La Navidad es complicada, lleva mucho tiempo fuera”.
El Gobierno cuenta con la vuelta de Puigdemont en marzo o abril
Por el momento, el Gobierno ha ganado tiempo. En los próximos dos meses no habrá actividad parlamentaria. También Junts coge oxígeno mientras pasa el tiempo hacia las resoluciones judiciales.
Mientras Sánchez evita hablar de plazos, en su Gobierno sí creen que el regreso se podrá hacer efectivo “en marzo o abril”. Y eso se liga directamente con la tramitación de los Presupuestos Generales del Estado que el Gobierno prevé presentar en febrero. Fuentes gubernamentales aseguran que llegarán hasta el final en la tramitación parlamentaria, aunque suponga llevarse una derrota. ¿Se votarán? “Sí, sí”, ha sido la respuesta del Gobierno.
¿Y por qué asumir el desgaste de una derrota? Ha sido la pregunta a Sánchez. “Veremos los efectos”, ha respondido el presidente, que está convencido de que puede aguantar hasta 2027 aunque no tenga cuentas públicas nuevas en toda la legislatura. Lo que sostienen en su equipo es que el resto de partidos se retratará si no apoyan los Prespuestos “que van a ser los mejores de la historia”. “Veremos para quién es el desgaste”, señalan en Moncloa, donde aspiran a “contraponer modelos”. “Las cifras van a ser espectaculares”, agregan en referencia a la capacidad macroeconómica gracias al crecimiento exponencial.
En la conmemoración de la Constitución más crispada que se recuerda, con el PP apuntando a la encarcelación de Sánchez, el presidente ha dicho que lo encaja con “filosofía y deportividad”. Y ha puesto su Gobierno como ejemplo de estabilidad frente a la “inestabilidad” que ha recalcado de los gobiernos autonómicos del PP con el apoyo de Vox justo cuando el aragonés Jorge Azcón ha apuntado al adelanto electoral si no logra sacar adelante los Presupuestos, como ocurrió con María Guardiola en Extremadura.
Sánchez ha descartado una gran crisis de gobierno y ha dicho que hará cambios puntuales de los ministros que salgan a los comicios, entre ellos la portavoz, Pilar Alegría, que es la candidata en Aragón y que no se ha prodigado con los periodistas en la conmemoración de la Constitución de este 6 de diciembre, que ha estado marcada por el escándalo de las denuncias por acoso contra el exdirigente socialista Paco Salazar , con quien la también ministra de Educación comió hace unas semanas.

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