El feminismo institucional «progresista» ha usado el lema «hermana, yo sí te creo» como un arma moral para convertir también en trinchera la defensa de la igualdad y contra la violencia machista. Con el «caso Salazar» han reproducido el mismo patrón que con el «caso Ábalos», y puede resumirse en la idea de que el feminismo de partido ha demostrado que no cree en las víctimas, solo cree en las víctimas de los otros. Por eso, las mismas que tantas lecciones han dado sobre lo que es una feminista de pro, que nos han examinado para ver si éramos dignas de que tuvieran a bien concedernos el carné de su club, siempre que nos ajustáramos a sus estándares, ahora se aplican un doble estándar moral: exigen ejemplaridad al adversario, pero tiran de comprensión, matiz o invisibilización cuando el seña

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