Ya sé que las normas están para cumplirse. Para algo se hacen. ¿O no? Pero aquella vez, tendrían que haber hecho una excepción. Algo que pusiese un paréntesis. Único, irrepetible, inédito . Una reunión de suma urgencia de los directivos de FIFA al borde del campo de juego. Ya sé que el reglamento del fútbol establece que en una final tiene que haber un ganador. Esa tarde lluviosa de Tokio, nuestra agradable madrugada del domingo 8 de diciembre de 1985, ameritaba el asterisco para que los dos fuesen los campeones de la Copa Intercontinental. Argentinos Juniors no merecía perder. No en el simplismo del resultado. Iba más allá. Ese equipo nos había reencontrado con la esencia del juego más maravilloso. Su gesta fue tan grande, que, aún derrotado, lo estamos evocando 40 años más tarde.

La

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