Franklin D. Roosevelt pretendía que Estados Unidos fuera el gran arsenal de la democracia. El neoyorquino fue el presidente número 32 y estaba convencido de que su país debía ser un baluarte de derechos fundamentales, dispuesto a protegerlos allí donde fuera necesario. Tras la infamia de Pearl Harbor, encabezó la movilización de la economía estadounidense para apoyar el esfuerzo de la guerra contra las potencias del eje y estableció la estrategia de “Europa primero”. Donald Trump es todo lo contrario. Le importan un pimiento los derechos fundamentales, solo cree en el “America first”y considera que la UE se formó para “joder” a Estados Unidos. Tenemos un problema: Trump no soporta a la Europa liberal y solidaria. La considera una sanguijuela que chupa la sangre y los recursos a los estado
La última amenaza, por Màrius Carol

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