La Digital Markets Act (DMA) y la Ley de la IA son dos de los grandes exponentes de algo que se le critica mucho a la Unión Europea: su obsesión reguladora . Es cierto que dichas normativas encorsetan a empresas y pueden frenar la innovación europea —ha pasado con la IA—, pero a esos preocupantes efectos colaterales les acompañan otros mucho más de agradecer. Sobre todo porque esa regulación ha provocado que el mundo sea un poco más interoperable. Hay dos grandes ejemplos de ello.

Primer ejemplo: USB-C . La adopción del conector USB-C como el obligatorio para poder cargar dispositivos móviles y otros productos hardwares es sin duda positivo para los usuarios. Aunque el estándar tiene sus propios problemas , su uso como conector universal ha evitado el uso de conectores propie

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