Hay marcas que mueren y marcas que resucitan. Santana parece empeñada en pertenecer a esta segunda categoría.

Hace catorce años, el cierre de la fábrica de Santana dejó a Linares sin su principal motor industrial. Miles de empleos directos e indirectos se esfumaron, y con ellos se marchó también una parte importante de la identidad de esta ciudad jiennense que alguna vez fue sinónimo de todoterrenos robustos. Las naves quedaron abandonadas, testigos silenciosos de un pasado glorioso que parecía condenado al olvido.

Ahora, en 2025, el nuevo proyecto de Santana promete recuperar aquella historia. Lo hace con capital principalmente privado, con socios chinos y con un plan que no es del todo nuevo: ensamblar vehículos traídos en kit desde Asia para venderlos en Europa con un logo que evoca

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