Hay plantas que parecen hechas para convertirse en rituales de belleza, y las rosas sin duda ocupan ese lugar privilegiado. Desde los jardines antiguos hasta los patios de las abuelas, siempre fueron más que un adorno: su perfume, su color y su delicadeza esconden una capacidad única para cuidar la piel de manera natural. Por eso, el agua de rosas —un tónico casero y económico— vuelve a ganar protagonismo entre quienes buscan una alternativa suave, aromática y efectiva para refrescar e iluminar el rostro.

Las rosas son una de las plantas más cultivadas del mundo y, al mismo tiempo, una de las más nobles. Resistentes, generosas y capaces de florecer varias veces al año, se adaptan bien a jardines pequeños, patios soleados y macetas amplias en balcones. Más allá de su belleza evidente,

See Full Page