Estas ofrecen un espectáculo único: un solo jugador enfrentando a decenas de rivales al mismo tiempo, combinando velocidad, memoria y precisión. Más que una demostración de fuerza, son una celebración del juego, donde aficionados y maestros comparten el tablero en un ambiente cercano y didáctico. Ideal para acercar el ajedrez al público y mostrar la elegancia del pensamiento rápido bajo presión.

En Inglaterra, en 1960, se organizó una simultánea muy especial: seis ganadores de un concurso de composición —todos ellos jugadores de notable nivel— recibieron como “premio” enfrentarse al gran maestro yugoslavo Svetozar Gligoric.

Debe señalarse que Gligoric no reclamó los privilegios habituales de quien ofrece una simultánea. Con su característico aplomo y caballerosidad, tomó negras y blancas

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