Bajo el brillo cálido de diciembre, el coronel Alejandro Reyes Ramírez vivió un encuentro cercano y emotivo con los niños que iluminaron la plaza de Maríalabaja.

Por: Emilio Gutiérrez Yance

La noche en Maríalabaja cayó con la naturalidad de siempre: sin ceremonias, sin apuros, con ese aire tibio que envuelve al pueblo cuando la brisa decide descansar. No soplaba viento y las hojas que reposaban en el pavimento permanecían inmóviles, como si la plaza contuviera la respiración para no interrumpir la escena que estaba por ocurrir.

En el ambiente, el olor a salchipapas se mezclaba con la música de Navidad que sonaba desde un parlante improvisado, dándole al entorno ese toque festivo que solo el Caribe sabe crear: sencillo, vivo, entrañable.

Esa noche —noche de diciembre, noche de pueblo vi

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