Estos días pre-navideños, me quedo corto al asegurar que hay cenas de empresa con más peligro que en los encierros de San Fermín. Tanto para los comensales, como sobre todo para el organizador. Queramos o no, hacerse responsable es meterse en un jardín.
Antiguamente, cuando pagaba la empresa, se acostumbraba a mantener el decoro hasta la tercera copa de vino, luego aparecía por ensalmo la inhibición, y la gente se ponía la corbata en la cabeza a lo Rambo, seguían los chistes políticamente incorrectos y se agitaban servilletas coreando el nombre del responsable de firmar las nóminas. Con la llegada de la crisis vinieron los recortes en gastos superfluos, los primeros en caer fueron los dispendios navideños. La ley obligaba a mantener la paga extra, pero la cesta-lote de navidad y la comida

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