A pesar de ser un cliché del tamaño de una catedral –¡del edificio Coltejer!–, la afirmación que compara a las bibliotecas con el paraíso no ha perdido un gramo de vigencia. En estas instituciones culturales anidan la memoria –la idea de quienes somos– y la imaginación –el poder para cambiar las identidades colectiva e individual–. Estas ideas adquieren sentido en el día a día de la Diego Echavarría Misas, una biblioteca administrada por la Fundación que lleva el mismo nombre. Y es así desde hace ochenta años, cuando Echavarría Misas la fundó con la expresa intención de acercar el mundo a Itagüí.
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Según Raúl Montoya Ruiz, director ejecutivo de la Fundación, la biblioteca surgió a

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