Lo que comenzó hace un año como un movimiento protesta por el derrumbe de parte de la estación de tren de la ciudad de Novi Sad —que acabó con 16 muertos—, pretende tomar el poder presentándose a las próximas elecciones

El viaje de Serbia al autoritarismo mientras llama a las puertas de la UE

“Este movimiento se está convirtiendo en un movimiento político; los estudiantes tenemos nuestra lista [de candidatos] y esperamos que todo termine con las elecciones”, decía Vladímir en las marchas de Novi Sad justo un año después del incidente en la estación de tren de esta ciudad al norte de Serbia que acabó con la muerte de 16 personas.

Aquel accidente detonó unas protestas estudiantiles que exigían, en primer lugar, la rendición de cuentas, la publicación de todos los documentos relacionados con la reconstrucción de la estación de tren de Novi Sad y la investigación y la exigencia de responsabilidades penales para los responsables del derrumbe. Conforme se fue consolidando el movimiento, las exigencias fueron creciendo, desde el procesamiento de quienes atacaron a estudiantes en manifestaciones posteriores, hasta la convocatoria de unas elecciones que, esperan, hagan caer al Partido Progresista Serbio (SNS) de Vučić, en el poder desde 2012.

Los estudiantes consiguieron tumbar al ministro de Infraestructuras, Goran Vesić, y posteriormente al primer ministro, Miloš Vučević, pero no fue suficiente. Quieren tumbar el régimen y han elaborado una lista de candidatos seleccionada por cada facultad para acabar con el Gobierno en las próximas elecciones.

“Hubo varios momentos en los que pensé que el movimiento se desvanecería. Por ejemplo, después del pasado Año Nuevo, pero no fue así. También pensé que después del 15 de marzo, cuando tuvimos la protesta más grande, el movimiento empezaría a apagarse lentamente. Y tampoco ocurrió. Pensé que durante el verano pasaría, porque es cuando la gente se va de vacaciones, no fue así. También lo pensé durante los exámenes. Tampoco pasó. El movimiento ha sabido ser lo suficientemente resiliente como para superar todos esos momentos, y aquí seguimos”, cuenta Luka Marković, estudiante de Derecho y parte del movimiento estudiantil.

No ha sido la primera vez, en los últimos años, que la población se ha levantado contra el gobierno de Vučić en Serbia. En 2023, tras los tiroteos en colegios y masacres en Mladenovac y otras localidades —que dejaron decenas de muertos— se creó el movimiento ‘Serbia contra la violencia’, que pedía el fin de la cultura de la violencia en el país, pero que acabó controlado por los partidos opositores al Partido Progresista Serbio (SNS). No consiguió nada. Tampoco consiguieron nada las protestas surgidas del fraude electoral de las locales de diciembre de 2023 en Belgrado, a pesar de la certificación de irregularidades por observadores internacionales.

La fórmula de los estudiantes

Con este panorama, los estudiantes demandan la repetición electoral con un solo objetivo: tumbar el sistema. “Nuestro deseo no es formar un partido político, estar en el poder o convertirnos en una nueva parte del sistema. El objetivo del movimiento es traer un cambio permanente. No vamos a seguir los pasos de los partidos políticos tradicionales que han decepcionado a la gente una y otra vez”, admite Marković, quien clarifica que no quiere solo dar ideas abstractas.

No convocan elecciones anticipadas porque saben que, cuando finalmente lleguen, perderán. El régimen ha llegado a su fin. Vamos a hacer caer el régimen, solo necesitamos confirmarlo en las elecciones

Y es que los estudiantes tienen diseñados los siguientes pasos: ya han creado su lista de candidatos para las próximas elecciones, sean anticipadas o no. Sin embargo, no se presentan como un partido político, sino como un “grupo de ciudadanos” (en serbio, grupa građana). La ley electoral serbia permite que las listas electorales sean presentadas por un partido político, una coalición o, como en este caso, un grupo de ciudadanos —deben reunir un umbral mínimo de firmas de ciudadanos para apoyar la lista—.

La fórmula que han usado los estudiantes ha sido sencilla: cada facultad ha elegido sus candidatos —quienes no son estudiantes— y se ha conformado la lista que formará este grupo ciudadano, la cual no anunciarán hasta que se sepa la fecha de las próximas elecciones.

Una vez presentada, “tendrán la responsabilidad de crear una plataforma anticorrupción para limpiar el desastre y, finalmente, hacer justicia a las víctimas de la caída de la marquesina. Será [un grupo] puntual, con el objetivo de recuperar la democracia parlamentaria y las elecciones periódicas. Esto es importante porque no somos un movimiento ideológico; nuestro objetivo es la lucha contra la corrupción y una reforma judicial”, explica el representante del movimiento.

El éxito del movimento estudiantil

Es en esta apoliticidad donde reside el éxito de las protestas —desde finales de 2024 hasta 2025 se han registrado más de 10.000 manifestaciones en más de 630 localidades del país—. El movimiento surgió desde las trincheras, en este caso las facultades; fue siempre horizontal y, de igual manera, impersonal —nunca hubo una cara o figura protagonista—. Además, no permitieron a ningún frente político adueñarse de este —a diferencia de movilizaciones anteriores— y sus peticiones, como dicen, no son ideológicas, solo piden el respeto a la Constitución. “Esa es nuestra gran diferencia: valor y creencia en la democracia”.

En este año de protestas se han extrapolado muchas lecciones del movimiento estudiantil en Serbia, así como del Gobierno de Aleksandar Vučić. Los estudiantes han sabido organizarse; han creado plataformas donde poder seguir las movilizaciones, sus reclamos siempre han sido claros y democráticos. Además, sus acciones se han mantenido pacíficas y han buscado el respeto de la ley y la Constitución serbia.

Por el contrario, la represión estatal contra ellos ha sido dramática desde sus inicios. Primero, y en palabras del presidente serbio, estas protestas están orquestadas desde Occidente —paradójico cuando hasta hace escasamente tres meses la UE no solo no se había pronunciado sobre las mismas, si no que en más de una ocasión había mostrado su apoyo a Vučić—. Pero, una vez se vio que el movimiento no se desvanecía, empezaría una continua represión violenta contra los estudiantes: Amnistía Internacional ha denunciado el uso excesivo de la fuerza, detenciones arbitrarias, agresiones físicas y hospitalización de jóvenes que protestaban pacíficamente. “Todos conocíamos los riesgos cuando nos metimos en esto. Por desgracia ya sabemos que los regímenes autoritarios no van a jugar limpio”, lamenta Luka.

“Vamos a hacer caer el régimen”

Ha pasado un año, dos meses y dos semanas desde el inicio de las movilizaciones de los estudiantes en Serbia, que ya suponen la mayor movilización civil desde la era de Slobodan Milosević. No ha habido un solo día en el que los estudiantes no hayan salido a la calle, las plataformas siguen convocando concentraciones, las facultades siguen organizándose, el apoyo sigue llegando desde todas partes, no solo de Serbia, sino de todos los Balcanes, pero Vučić se niega a convocar elecciones anticipadas.

Las calles ya no exigen simplemente la caída de un hombre, sino que expresan una exasperación más amplia: contra la corrupción, contra la represión, contra un sistema que ha estado aplastando y empobreciendo durante décadas. Están surgiendo nuevas formas de organización: desde estudiantes hasta trabajadores del sector público, desde maestros hasta obreros de fábricas. Un movimiento está tomando forma. Aún no está estructurado, aún está encontrando su camino, pero existe

Un hecho importante cuando convocar elecciones ha sido uno de los mecanismos favoritos del presidente serbio para mantenerse en el poder. Desde que llegó al poder en 2012 ha llamado a las urnas cinco veces (a nivel nacional), de las cuales cuatro han sido anticipadas. “No convocan elecciones anticipadas porque saben que, cuando finalmente lleguen, perderán. El régimen ha llegado a su fin” tiene claro Luka, “Vamos a hacer caer el régimen, solo necesitamos confirmarlo en las elecciones”