Es difícil imaginar un período más complejo que el actual en toda la historia de la Corte Suprema. Desde que en 2023 estalló el llamado caso Audio -donde quedó expuesta toda una red de influencias indebidas y pago de favores en torno al abogado Luis Hermosilla, que entre otros involucró a varios jueces, entre ellos a la exministra Ángela Vivanco, destituida por el pleno-, y ahora el caso de la “trama bielorrusa” -además de una red de notarios y abogados, aparece implicada la propia exjueza Vivanco, y ahora último también el ministro Diego Simpertegui, contra quien se presentó una acusación constitucional-, la imagen del máximo tribunal se ha visto duramente resentida, sembrando la perplejidad y desconfianza entre la ciudadanía.

No debe extrañar que el año pasado la ministra María Soledad

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