En esta España convulsa, el cinismo y la hipocresía no son actitudes –ni aptitudes– políticas vergonzosas: si antes necesitaban del disimulo, ahora se han convertido en la base esencial sobre la que muchos dirigentes sostienen su autoridad. De tal modo, es habitual y aceptado que la apariencia sustituya a la convicción y que la mentira estratégica se entienda como una habilidad meritoria. El cinismo se expresa cuando los gobernantes prometen cambios que jamás tienen la intención de realizar, cuando disfrazan fracasos de victorias y tratan al pueblo como una masa manipulable y no como al auténtico sujeto soberano. La coherencia estalla en mil pedazos y lo imprevisible se convierte en previsible.
La hipocresía política resulta aún más corrosiva. Aparece cuando la moralidad arengada responde

Granada Hoy

The Daily Beast
The Motley Fool
America News
The Conversation
5 On Your Side Sports
New York Magazine Intelligencer
Wheeling Intelligencer