Antes era habitual hablar de un ‘orden internacional liberal’. Aunque los acuerdos institucionales que lo acompañaban no siempre eran totalmente liberales, internacionales u ordenados, la etiqueta tenía su utilidad. Al fin y al cabo, el propósito de un ideal no es describir la realidad, sino guiar el comportamiento, y durante muchas décadas, la mayoría de los países aspiraron a formar parte del orden liberal y a contribuir a su desarrollo (aunque algunos prefirieran aprovecharse del sistema o manipularlo).
Esos días han quedado claramente atrás. Hemos entrado en una nueva era de desorden global. Es obvio que el constante auge de China y otras economías emergentes siempre iba a suponer un reto para los acuerdos creados por las potencias occidentales después de la Segunda Guerra Mundial. Pe

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