Algunos cinéfilos están a punto de sufrir un paro cardíaco: Stanley Kubrick idolatraba al director de Avatar. Pese a que era casi 30 años mayor que él y James Cameron aún no había estrenado la película a la que se lo asociaría eternamente (Titanic es de 1997, dos años antes de que muriese Kubrick), al director de 2001: Una odisea en el espacio tenía en un pedestal a James Cameron. Y este ni siquiera lo sabía.

En 1994, James Cameron acababa de cumplir cuarenta años. Y, a diferencia del cuarentón de clase alta que se regala un descapotable o un implante de pelo, Cameron decidió darse un homenaje: compró un billete para Inglaterra y se presentó en casa de Stanley Kubrick, su cineasta predilecto. Lo que no esperaba es que, al otro lado de la puerta, había un director deseando conocer al hombr

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