Era un taller de fabricación de carpas de fibra de vidrio en Bogotá fue donde Santiago Mejía empezó a darle forma a algo que no sabían entonces que se convertiría en un referente de seguridad en Colombia: Armor International. Por aquellos días, finales de los años setentas y principios de los ochenta, la violencia en el país no era solo un tema en las noticias, sino una realidad palpable. Las personas salían de su casa sin saber si regresarían. La vida de Santiago, como la de tantos colombianos, estaba marcada por el miedo, pero también por el instinto de supervivencia.
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Santiago observaba, con inquietud, cómo la violencia crecía alrededor suyo: secuestros, extorsiones, y los temidos ata

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