Es el momento de repolitizar la cultura científica como un acto de resistencia democrática y exigir a la comunidad científica una dosis de activismo

La biblioteca de Jefferson ofrece un buen mito fundacional para el asesoramiento científico a las políticas públicas. Tras el incendio del Capitolio por las tropas inglesas en 1814, Thomas Jefferson cedió al Congreso de Estados Unidos su biblioteca personal: más de 6.000 libros, cuidadosamente elegidos y clasificados, que ayudarían a los congresistas a tomar decisiones basadas en el mejor conocimiento de la época. Esta decisión marcó a la joven institución americana: fue el germen de la actual Biblioteca del Congreso, que cuenta con más de 50 millones de libros y 400.000 visitas al año. Más información

La ciencia se rebela contra Trum

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