Por Angus MacKinnon, CNN

La primavera pasada, cuando dirigí mi coche desde Inverness para iniciar un circuito por la escarpada costa norte de Escocia, ya sentía que habría problemas. Hace una década, cuando la Iniciativa de las Tierras Altas del Norte —una organización benéfica de desarrollo fundada por el entonces príncipe Carlos— rebautizó el circuito como North Coast 500 y empezó a promocionarlo entre los turistas, no estaba convencido de que fuera a funcionar. Aprobaba cualquier iniciativa destinada a atraer más visitantes a una zona olvidada de mi tierra natal, pero replantear las destartaladas carreteras de las Tierras Altas del Norte como un destino atractivo me parecía una exageración.

En aquel entonces, la idea del viaje evocaba recuerdos de medio siglo atrás: mis hermanos y yo,

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