El jefe de Apple, Tim Cook, fue directo al grano: «Es de oro de 24 quilates (…) Me tomaré la libertad de instalarlo». «Guau», reaccionó, encantado, Donald Trump, al recibir el regalo.

La escena tuvo lugar el miércoles en el despacho oval de la Casa Blanca. Uno de los muchos esfuerzos exagerados de dirigentes mundiales y empresarios para ganarse los favores del presidente de Estados Unidos.

El presidente republicano y multimillonario es un amante de todo lo que brilla, como queda patente en la reforma de su oficina que llenó de adornos dorados.

También le gusta ver su nombre en negrita.

Unas preferencias que no pasaron desapercibidas para Cook, quien es consciente de la importancia de mantener una buena relación con un jefe de Estado que ha criticado a Apple por no fabricar sus iPhones

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