La libertad de prensa se cimienta en la tensión compartida entre la responsabilidad del periodista y la confianza del lector: ambos confluyen en un espacio libre de coerciones, donde la verdad se construye en el diálogo abierto. Pero cuando el poder se erige como guardián exclusivo de la información, esa alianza se resquebraja, la palabra se vuelve insuficiente y el engranaje que mueve la vida pública se desmonta, arrumbado por discursos oficiales, porcentajes exprimidos a la realidad y relato exhausto.
En los últimos días, se ha visto la vulnerabilidad de ese equilibrio. El Congreso decidió conferir a un consejo mixto de diputados y especialistas la facultad de autorizar el acceso a la sala de prensa, aplicando sus criterios de forma retroactiva y sin ofrecer vías de recurso efectivas. C