En Salamanca no hace falta rascar demasiado para encontrar historias que se mueven entre lo que fue y lo que pudo ser. Algunos las llaman leyendas, otros directamente inventos, pero lo cierto es que han pasado de generación en generación, como quien comparte una verdad a medias que nadie se atreve a desmentir del todo. No están en las guías turísticas ni se enseñan en clase, pero todo el mundo las conoce. Forman parte del carácter de la ciudad, de su manera de entender el tiempo, el silencio y lo que se cuenta por lo bajo. No son solo mitos, son señales de que aquí, incluso lo imposible, tiene hueco.
La ventana cerrada de la Plaza Mayor: entre tantos balcones simétricos, banderas y luces, hay una ventana en la Plaza Mayor que destaca sin querer. No por su forma ni por sus vistas, sino po