Colin Powell fue un prestigioso general norteamericano, considerado por muchos de sus colegas como el militar más brillante de la segunda mitad del siglo XX. Para los españoles no debería de ser un desconocido porque, ya retirado y metido en política, desempeñó el puesto de Secretario de Estado a tiempo de echarnos una mano para resolver, con menos apuros de los que parecían posibles, la crisis de Perejil. De él se dice que llegó a darle al ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos un plazo de diez minutos para que el rey Mohamed VI dejara de darle largas y se pusiera al teléfono… o sería él —era viernes a mediodía— quien se iría a jugar con sus nietos y le dejaría colgado. Es la ventaja de representar a la primera potencia del mundo, pero hay que saber aprovecharla.
Pero vamos a lo nue