Caía la tarde del 13 noviembre del año 1950, una chiquilla jugaba despreocupada en el patio de su casa, de repente un clamor rompió el silencio. Las campanas de todos los templos de Aguascalientes doblaban al unísono. La niña azorada preguntó a su abuelita: “Mamá Cuqui, ¿por qué las campanas tocan tan triste?” Ella respondió tristemente: “Es que ha muerto el Señor Obispo, un santo”. “¿Un santo?”, dudó la niña que pensaba que santos eran los que estaban como estatuas en los templos.
Esa niña era yo y todavía doblan en mi mente esas campanas; sin embargo, ahora sé que santo es quien vive su vida haciendo bien lo que tiene que hacer, en el lugar en que Dios lo tiene. Eso es lo que hizo el Venerable José de Jesús López y González, tercer obispo de Aguascalientes, quien murió el 11 de noviembr