En mi ministerio sacerdotal, he tenido el privilegio de acompañar a muchas familias. He escuchado de padres e hijos las dificultades, problemas, sinsabores y retos que enfrentan. En esta compleja tarea de educar y formar una familia, percibo dos factores predominantes: el miedo y la ignorancia . El miedo paraliza, impidiendo enfrentar las dificultades y los desafíos. La ignorancia , por su parte, se manifiesta en la incapacidad de saber cómo actuar ante situaciones concretas. Ambos factores, a menudo, llevan a evadir los problemas y a delegar la responsabilidad en «expertos» como psicólogos, terapeutas o sacerdotes. A esto se suma un factor aún más perjudicial: la pereza intelectual . La falta de interés por informarse y formarse verdaderamente a sí mismos hace que los padres tra

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