Tendría unos cinco años cuando me planteé muy seriamente embadurnarme el flequillo con típex para parecerme a Pícara, aquella heroína que absorbía todo lo que tocaba (poderes, vidas) en la serie animada noventera de los X-Men.
Unos años después, en 2000, Fox llevaría a esos mutantes marginados que me introdujeron en el mundo superheroico a la gran pantalla y, si bien considero que su secuela es una de las mejores películas del género, nunca reconocí a mi heroína favorita en la fragilidad aniñada de Anna Paquin, en esa joven taciturna limitada por los roles de protegida de Lobezno (Hugh Jackman) y novia de Hombre de Hielo (Shawn Ashmore).
¿Dónde estaba ese carácter jocoso y juguetón que encandiló a Gambito? ¿Dónde estaba el temperamento fuerte y la personalidad arrolladora? ¿Por qué la ha