
La idea de comprarse una casa en España se ha convertido, para muchos jóvenes, en algo que no parece que vayan a conseguir nunca. Da igual cuánto trabajes o cuánto ahorres: los precios siguen siendo desorbitados. Y lo que antes era un proyecto de vida hoy se vive como un callejón sin salida. Mientras tanto, muchos de los que ya son propietarios acumulan más y más viviendas , generando ingresos sin apenas esfuerzo, tal y como ha analizado un experto, en lo que él define como un círculo vicioso en la compraventa y el el precio de la vivienda .
«Las viviendas están en manos de los que ya tienen», ha explicado hace poco el doctor en antropología económica Jaime Palomera. Y no es una frase cualquiera: es el resumen más crudo del sistema actual. Por este motivo, el problema que hay sobre el precio de la vivienda no es solo económico. Es también, y cada vez más, generacional. Hay una brecha profunda entre quienes pudieron comprar hace dos o tres décadas, con precios y condiciones muy distintas, y los que ahora apenas pueden imaginarse cómo dar una entrada. Esa diferencia no sólo afecta al acceso a la vivienda, también al reparto de oportunidades, a las herencias, al futuro. Y mientras tanto, el mercado parece girar sobre sí mismo, como en un bucle del que nadie sabe salir, convirtiéndose en el mencionado círculo vicioso.
Un experto explica que va a pasar con el precio de la vivienda
Para quienes nacieron después de los años 80, la idea de tener casa propia suena a lujo. No por falta de trabajo o esfuerzo, sino porque el contexto ha cambiado radicalmente. Los sueldos apenas suben, los precios no paran de escalar y las ayudas (cuando existen) no compensan. El doctor Jaime Palomera lo resume así: «Hay una crisis intergeneracional, una desigualdad entre generaciones». Y lo cierto es que, ni siquiera contando con una futura herencia, muchos jóvenes podrán comprar.
Según algunos cálculos, unos 4 billones de euros en viviendas pasarán de la generación baby boomer a los millennials . Pero cuando se les pregunta a estos últimos si esperan heredar algo, 7 de cada 10 responden que no. Y es lógico: muchas de esas casas acabarán en el mercado, vendidas por necesidad o por imposibilidad de mantenerlas. ¿Y quién las compra? Desde luego, no alguien que busca su primer piso.
Esto se ve con claridad en ciudades como Madrid o Barcelona. Allí, los compradores individuales están siendo sustituidos por patrimonios familiares , fondos de inversión o particulares con capacidad de pagar al contado. El resultado es que la vivienda no cambia de manos para equilibrar el acceso, sino que se acumula. Y esa concentración es un síntoma claro de que algo está fallando.
Cuando tener muchas casas da más poder que tener un buen salario
En la última década, el número de personas que poseen 10 o más viviendas ha crecido un 20% . Puede parecer un dato técnico, pero en realidad dice mucho sobre hacia dónde va el sistema. Como ha explicado Palomera, «las viviendas se están redistribuyendo hacia arriba». Dicho de otro modo: se están quedando en manos de quienes ya tienen de sobra.
Y esto no ocurre por casualidad. Es un efecto directo de un modelo económico que premia el capital acumulado. Quien ya es propietario puede alquilar, generar ingresos pasivos, reinvertir y volver a comprar. Mientras tanto, quien no tiene ninguna propiedad ve cómo se le escapan las oportunidades año tras año.
El problema se agrava aún más con un fenómeno que se ha disparado: la compra de viviendas como inversión pura . No para vivir, ni siquiera para revender pronto. Solo para alquilar. Esto limita la oferta disponible para quienes buscan una casa de verdad, no un activo financiero. Y así se refuerza, una vez más, el mismo bucle: más demanda, menos vivienda, precios más altos y más beneficios para los mismos de siempre.
Jubilaciones y venta de viviendas
Hay otro factor que va a marcar los próximos años, y del que se habla poco: la jubilación masiva de la generación baby boomer . Muchos de ellos, al llegar a cierta edad, se verán obligados a vender su casa para complementar su pensión o para poder permitirse una plaza en una residencia. Es una decisión dura, pero muy común. ¿Y qué ocurre con esas casas cuando salen al mercado?.
Aquí Palomera es muy claro: « ¿Quién va a comprar esa casa cuando salga al mercado? No la compra un millennial trabajador, la compra alguien que ya tiene un número importante de propiedades ». Lo cual refuerza, una vez más, el ciclo de concentración.
La paradoja es que estas ventas, que podrían servir para mejorar el acceso a la vivienda, acaban haciendo justo lo contrario . En vez de facilitar que una nueva familia entre en el mercado, refuerzan el patrimonio de quienes ya dominan el juego. Así, la vivienda, que debería ser un bien básico, sigue tratándose como si fuese una ficha más en el juego del mercado inmobiliario.