Es que me sucede siempre. No sé por qué. Puedo olvidar muchas fechas históricas, menos esa: 6 de agosto, la explosión de la bomba de Hiroshima. Es como si recordara algo muy doloroso y así fue. Me asalta una profunda tristeza y la busco en estas fechas para no olvidar ni que la humanidad olvide lo cruel que puede ser ejercer la ciencia para la destrucción. Una energía que puede ser tan benéfica para tantos males que aquejan a los seres humanos hoy día y que, sin embargo, puede desaparecernos, sin más.
Tuve ocasión hace tiempo, de conocer personalmente a uno de los miles de sobrevivientes de Hiroshima quienes se han dedicado, apoyados por el gobierno japonés al activismo pacifista en el mundo. Vino a la universidad donde yo trabajaba y unas cuantas personas lo acompañamos en un ritual en e