En una pequeña parcela de tierra cercada con esfuerzo y alambre, entre el calor del Guainía y los zancudos del amanecer, habita una comunidad que pocos reconocen pero muchos han abandonado: cerca de 200 perros y más de 60 gatos. Todos bajo el cuidado de una sola mujer.
Dianey Tavera Montoya, docente de planta en el colegio La Primavera de Inírida y fundadora de la Fundación Compañeros de Planeta, no recuerda en qué momento su casa se transformó en un refugio, pero sí sabe que desde 2014 su vida ya no es la misma. Empezó escondiendo perros en la casa que arrendaba en El Coco, porque el dueño no los quería ver. Desde entonces, la lucha por proteger a los animales abandonados en Inírida se convirtió en su misión vital.
“El día que traje siete perros a escondidas supe que ya no había vuelta