Las libertades religiosas se vuelven arma arrojadiza en la arena política en menos que canta un gallo. Abordarlas es meterse en un jardín. Da pereza. Especialmente al partido de turno en el gobierno. Derechas e izquierdas se limitan a venderlas en blanco o negro, sin matices ni análisis de sus consecuencias en las libertades ajenas. Y no estamos hablando de la matanza del cordero, que cuenta ya con una ley clara a la que todo el mundo ha de atenerse llegado el día de la festividad musulmana: solo se puede realizar bajo control sanitario y en un matadero autorizado.
No, el asunto de las libertades religiosas no se circunscribe a lo que los feligreses de determinada religión tienen permitido celebrar en un país aconfesional como España. Es una cuestión que va mucho más allá y que tiene que