No tienen que ir a ningún parque de atracciones para experimentar sensaciones fuertes subiéndose a los más sofisticados artilugios que les dejen caer o les pongan bocabajo. Tampoco tienen que jugársela practicando deportes adrenalínicos o gastarse un pastón contratando un viaje de turismo de riesgo para sentir “emociones fuertes o experiencias únicas”, como dicen algunas publicidades. Les basta sacar un billete de tren.

¿Saldrá puntual o tendremos que esperar en una estación abarrotada llena de usuarios sudorosos y cabreados, lo que indudablemente fomenta el mutuo conocerse entre desconocidos e incluso el nacimiento de nuevas amistades? ¿Llegará a su destino en la hora y hasta el día que indica el billete o no? ¿Andará al compás de aquel chacachá del tren que cantaba El Consorcio o le dar

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