Investigadores marinos han hecho un descubrimiento notable en las profundidades del océano entre Rusia y Alaska. Han encontrado un ecosistema de vida quimiosintética, impulsado por gases que emergen de fracturas en el lecho oceánico. Este ecosistema, que se encuentra a profundidades de entre 5.800 y 9.500 metros, alberga microbios productores de metano e invertebrados marinos que prosperan en condiciones extremas, donde la luz solar no llega.
La geoquímica Mengran Du, quien participó en la expedición, decidió explorar un último tramo de las fosas en la zona hadal, justo antes de concluir su misión. Durante esta exploración, observó “criaturas asombrosas”, incluyendo especies de almejas y gusanos tubulares que nunca se habían registrado a tales profundidades. Este hallazgo abarca un tramo de aproximadamente 2.500 kilómetros, que se considera el ecosistema conocido más profundo de organismos que utilizan metano para sobrevivir.
El estudio, coautorado por Du y publicado el 30 de julio en la revista Nature, destaca que la zona hadal es uno de los entornos más profundos y menos explorados de la Tierra. A estas profundidades, la vida ha desarrollado adaptaciones únicas para sobrevivir. Du explicó que “la vida necesita trucos para sobrevivir y prosperar allí”. Uno de estos trucos involucra bacterias que viven dentro de las almejas y los gusanos tubulares, las cuales convierten el metano y el sulfuro de hidrógeno en energía y alimento para sus huéspedes.
El descubrimiento sugiere que estas comunidades quimiosintéticas podrían existir en otras fosas hadales, lo que abre nuevas oportunidades para investigar hasta qué profundidad pueden sobrevivir estos organismos. Tras analizar muestras de sedimentos recolectadas, el equipo de Du encontró altas concentraciones de metano, un hallazgo sorprendente dado que los sedimentos de aguas profundas suelen tener niveles bajos de este compuesto.
Los científicos han planteado la hipótesis de que los microbios en este ecosistema convierten la materia orgánica de los sedimentos en dióxido de carbono, y luego en metano, un proceso que no se conocía previamente. Además, se ha revelado que estos microbios no solo dependen de la materia orgánica que cae desde la superficie, sino que también generan una fuente local de moléculas orgánicas que pueden ser utilizadas por organismos más grandes.
Este descubrimiento también tiene implicaciones para el ciclo del carbono. Du explicó que las fosas hadales podrían desempeñar un papel más significativo en este ciclo de lo que se pensaba, actuando no solo como reservorios de metano, sino también como centros de reciclaje. Se estima que los sedimentos de la zona hadal podrían secuestrar hasta 70 veces más carbono orgánico que el fondo marino circundante, lo que es crucial para mitigar el calentamiento global.
Johanna Weston, ecóloga de aguas profundas, comentó que aunque las comunidades quimiosintéticas no son nuevas, la magnitud del descubrimiento es impresionante. La tecnología que soporta altas presiones en entornos de aguas profundas es vital para documentar organismos no descubiertos. Weston también destacó que el océano profundo está conectado con lo que sucede en la superficie, lo que subraya la importancia de la investigación en estos ecosistemas.
El Programa Global de Exploración Hadal, co-dirigido por la Unesco y la Academia China de Ciencias, busca fomentar la colaboración internacional en la investigación de estos ecosistemas. Du espera que su equipo pueda aprender más sobre cómo estas especies se han adaptado a las extremas condiciones de las fosas hadales, donde los organismos quimiosintéticos pueden prosperar.