
En teoría, las vacaciones son ese paréntesis en el que uno deja atrás la rutina laboral, apaga las alarmas y se entrega al descanso. Sin embargo, cada vez más personas vuelven de sus días libres sintiéndose tan —o incluso más— cansadas que antes de marcharse. Esta paradoja, que puede sonar absurda a primera vista, tiene un nombre y es el llamado burnout del ocio. Y no, no se trata de que la playa o la montaña se hayan vuelto hostiles, sino de que la manera de concebir y vivir el tiempo libre se ha contagiado de las mismas dinámicas que nos agotan en el trabajo.
El término burnout del ocio describe un fenómeno creciente en el que las actividades que se suponen placenteras, relajantes o recreativas terminan generando estrés, presión y cansancio emocional. Al igual que el burnout laboral, este tipo de agotamiento no surge de la noche a la mañana, sino de una acumulación de expectativas y autoexigencias.
Cuando descansar se convierte en otra tarea pendiente
Quien lo padece no necesariamente está atrapado en un despacho ni revisa correos fuera de su horario laboral, sino que puede estar “de vacaciones” en un destino idílico, pero sintiendo que debe aprovechar cada minuto, documentar cada instante y cumplir una lista de planes que, en lugar de liberar, agobia.
Este fenómeno está relacionado con una intensificación del ocio donde el tiempo libre deja de ser simplemente un espacio para descansar y se transforma en un escenario donde medir la productividad personal, ya no en términos de trabajo, sino de experiencias acumuladas.
En este escenario, la hiperconexión juega un papel importante. Un informe de DE-CIX muestra que el acceso a Internet durante las vacaciones se ha convertido en algo casi automático: el 88% de los españoles admiten mantenerse conectados durante sus días de descanso, y entre aquellos que viajan en verano, este porcentaje asciende al 93%. Este nivel de dependencia digital interfiere con la capacidad de estar realmente presentes en el momento y eleva el riesgo de experimentar agotamiento incluso durante las escapadas.
La tiranía de la agenda también en vacaciones
La era de las redes sociales ha convertido el ocio en un escaparate. Lo que antes era un momento privado ahora se planifica casi como una campaña de marketing personal en la que elegir el lugar “perfecto”, buscar el ángulo “correcto” para la foto y asegurarse de que la experiencia parezca envidiable.
Esa presión por vivir momentos que fotografiar y compartir después alimenta un síndrome del “no me puedo perder nada” (fear of missing out o FOMO, por sus siglas en inglés), que lleva a muchos a sobrecargar sus días libres con planes y excursiones, en lugar de dejar espacio para la improvisación o el descanso genuino. De este modo, lo que se suponía una escapada para desconectar puede acabar siendo una maratón de desplazamientos, colas, reservas y actividades encadenadas.
Del ocio como placer al ocio como rendimiento
El burnout del ocio no solo se da en viajes o vacaciones largas. También puede aparecer en fines de semana, salidas culturales o incluso en aficiones. Un ejemplo claro son quienes transforman un hobby relajante —como la fotografía, el deporte o la cocina— en una actividad con metas, métricas y expectativas que lo vuelven casi tan exigente como un empleo.
Como explicó la psicóloga Ainhoa Plata a elDiario.es , detrás de la hiperproductividad, a menudo se esconden motivos como la ambición y la búsqueda de validación social, o incluso una combinación de ambos, cuando lo único que realmente deseamos es ser reconocidos por los demás. Según la psicóloga, “esto ocurre porque nos han 'malenseñado' a creer que el éxito solo se alcanza a través del sacrificio y el esfuerzo, dejando de lado la importancia de mantener una buena salud mental y vivir en equilibrio”. Asimismo, apuntaba que, si bien “ser productivo está genial”, el problema surge cuando esta actitud nos impide concedernos el permiso para descansar o disfrutar sin sentir culpa.
En este contexto, el ocio deja de ser un fin en sí mismo para convertirse en una fuente de presión autoimpuesta. Se mide por su “rentabilidad” emocional, por las anécdotas que genera, por las fotos que produce o por el número de experiencias acumuladas.
Señales de que estás sufriendo burnout del ocio
Detectar el burnout del ocio no siempre resulta fácil, ya que culturalmente las actividades y las vacaciones suelen estar vinculadas a la diversión y el descanso. No obstante, existen algunas señales que pueden alertarnos sobre la presencia de este fenómeno.
Por ejemplo, regresar de las vacaciones con la sensación de necesitar “unas vacaciones de las vacaciones” es un indicio claro. También es común experimentar ansiedad o culpa cuando se pasa tiempo libre sin hacer algo considerado “productivo”.
Otro síntoma es planificar los días de descanso con una agenda tan rigurosa como la de un día laboral, o sentir que las actividades recreativas han dejado de ser un disfrute para convertirse en obligaciones. Incluso, puede darse el caso de que la preparación y realización del ocio genere más estrés que el propio trabajo.
Cómo romper el ciclo del ocio agotador
Combatir el burnout del ocio no implica renunciar a viajar, explorar o disfrutar de aficiones. Se trata, más bien, de redefinir la relación con el tiempo libre. Algunos pasos útiles incluyen:
- Aceptar que descansar también es hacer nada: el descanso no necesita justificarse con logros. Dormir una siesta, leer sin objetivo o pasear sin rumbo son formas válidas de recuperar energía.
- Practicar el ocio no planificado: dejar huecos en la agenda vacacional para la improvisación puede ayudar a evitar la sensación de saturación.
- Reducir la presión de documentar todo: no todo momento necesita ser fotografiado o compartido. A veces, lo más valioso es disfrutarlo sin una cámara de por medio.
- Establecer límites con la tecnología: desconectar de redes sociales, correos electrónicos o del trabajo durante el tiempo libre permite una experiencia más inmersiva y menos comparativa.
- Priorizar calidad sobre cantidad: el turismo se ha mercantilizado hasta el punto de que las experiencias se venden como productos de alto valor simbólico. Cuantas más acumules, mejor. Esto alimenta la idea de que un buen descanso es aquel que viene acompañado de un itinerario completo y variado. Sin embargo, no se trata de ver el mayor número posible de monumentos o realizar todas las actividades de una guía, sino de disfrutar a fondo de unas pocas.