Calderón y Peña Nieto coquetearon con la idea de hacer una reforma electoral restrictiva, que favoreciera al partido entonces en el poder, pero no tenían los números para ni siquiera presentarla formalmente. López Obrador fue más lejos, y presentó su llamado “Plan A”, que incluía, además, la reconfiguración del INE y sus funciones, pero tampoco tuvo la posibilidad de que se discutiera a fondo y se aprobara por el Congreso. Sheinbaum, en cambio, va viento en popa hacia una reforma electoral que echaría atrás varias décadas de avance democrático y tiene la clara pretensión de perpetuar al grupo actualmente en el poder.
La composición monocolor de la comisión encargada de esta reforma es prueba de que el rumbo elegido es el autoritarismo unipartidista, y las declaraciones iniciales de Pablo