Hay una España vacía que es verde y frondosa, con carreteras llenas de baches y curvas por igual, que pierde su latido en invierno y revive en verano con los hijos y los nietos de quienes tuvieron que abandonarla en busca de mejores oportunidades.
He veraneado toda mi vida en ella, en un pequeño pueblo de la comarca de Fonsagrada, en Lugo, la comarca más grande de Galicia y que ahora va camino de convertirse en la más vacía.
Para ponerles en contexto, solo en esta comarca hay más de cincuenta aldeas deshabitadas y, en toda Galicia, 1.169 que solo tienen un vecino, y otras tantas con dos.
El mundo rural se vacía, y lo he visto año tras año desde aquí. En él ahora solo viven en invierno siete personas. Hubo un tiempo en que pareció engancharse al tren del progreso del resto del país.
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