Anoche se alcanzó el máximo de las Perseidas, que vuelven todos los años, casi mediado el agosto, dejándonos un cierto poso de melancolía vibrando sobre la oscuridad del cielo. Las Perseidas, como ya saben ustedes, son el rastro orbital de un cometa (el Swift-Tuttle), que va perdiendo levísimos granos de su carne helada, que luego entran en ignición al contacto con nuestra atmósfera. Todas estas cosas, de grave temblor poético, adquieren su lirismo en la impronta científica que los explica. Sagan, hace ya muchos años, reveló el efecto invernadero de Venus y su violenta convección de gases a extraordinaria temperatura; y también el suave cambio de color de la superficie de Marte, que el astrofísico neoyorquino adjudicó correctamente a los virajes en el polvo marciano, provocados por el vien

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