El hospital militar improvisado huele a antiséptico y a pólvora. Afuera, los ecos de la guerra siguen retumbando, pero dentro, un joven médico aragonés se inclina sobre un paciente herido en la pierna. La anestesia general es arriesgada, y el enfermo, debilitado, podría no resistirla. El doctor Fidel Pagés cierra los ojos un instante, respira hondo y piensa: “Debe de haber otra forma de quitar el dolor sin apagar la vida” .
Ese pensamiento, repetido durante meses entre bisturís, vendas y gritos ahogados, sería el germen de uno de los avances médicos más importantes del siglo XX: la anestesia epidural .
“Debe de haber otra forma de quitar el dolor sin apagar la vida” .
Un joven brillante en bata militar
Fidel Pagés Miravé nació en Huesca en 1886 y desde joven mostró una curiosida