Imagina a María, una madre soltera en Culiacán, Sinaloa, que cada mañana envía a sus hijos a la escuela con el temor latente de que una balacera repentina interrumpa su rutina. No es solo el ruido de los autos o los baches en las calles lo que la inquieta; son los retenes improvisados por hombres armados del Cártel de Sinaloa, que extorsionan a negocios locales y controlan el flujo de todo, desde el agua hasta los aguacates que se exportan a Estados Unidos. Al otro lado de la frontera, en una pequeña ciudad de Ohio, John, un trabajador de fábrica desempleado, batalla contra su adicción al fentanilo, una droga sintética que le costó su empleo y su familia. John ignora que esa píldora letal probablemente fue producida en un laboratorio clandestino en Sinaloa y cruzó la frontera oculta en un

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