Para impedir que al País lo devoren esos monstruos que, según Antonio Gramsci, nacen en el claroscuro que se produce “cuando el viejo mundo se muere y el nuevo aún no termina de nacer”, una revolución como la nuestra, única en la historia en tanto que es pacífica, democrática y se produce en libertad, ha de apretar el paso.
Eso hace Claudia Sheinbaum Pardo quien sabe muy bien que la mayoría ciudadana no ordenó, en dos elecciones sucesivas; ambas limpias, libres y auténticas como lo establece la Constitución, sólo un cambio de mando en el Poder Ejecutivo.
Que liberaran por completo a México del régimen corrupto y autoritario que lo mantuvo sometido y empobrecido por 40 años fue el mandato que las y los votantes le dieron a Andrés Manuel López Obrador en el 2018 y a ella en el 2024.
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